Bajón de porotos

Alguien me saluda y le contesto cordialmente. Sigo caminando y trato de recordar cual es el nombre de esta persona, qué hace...busco en mi memoria caché, pero nada. Son los ya clásicos primeros días en un trabajo nuevo. El ejercicio no es fácil : poner cara de interés a cada nombre, tratar de asociar imagen-nombre-puesto y guardar esa key en el disco duro, escuchar atentamente la descripciones que cada uno de ellos hace de sus labores, para terminar el breve contacto con el clásico "Ya pos, 'taremos hablando".

No es fácil el tema...al menos para mi es toda una historia.

La primera vez que me entrevisté para obtener un puesto me leí previamente un montón de consejos de cómo comportarse. Había que cuidar no cruzar los brazos, no mirarse las uñas, mirar a los ojos, bla, bla. Los especialistas recomendaban destacar logros, ser positivo, encontrar oportunidades. Y ahí estaba, con el único traje que tenía, el mismo que me había acompañado a cuanto bautizo y matrimonio me habían invitado, con un cinturón de mi papá y la corbata que mi compañero de universidad, el mítico guatón Baeza, me prestó para la ocasión. Mi currículum, impreso en una increíble matriz de puntos de la época, relataba una "envidiable" cadena de logros haciendo ayudantías en la universidad, un par de seminarios de poca monta y una tesis pajeramente conceptual de primer nivel. Obtener un trabajo, recibir un sueldo, pagar la deuda de la tarjeta-de-crédito-de-"potencial ABC1" adquirida irresponsablemente y dejar de juntar monedas para el hot dog del bajón de hambre, parecía una secuencia perfecta en mi mente. Ahí estaba yo, full of energy, esperado mis cinco minutos....

Toda la teoría se vino al suelo cuando la secre me invitó a pasar a la oficina del gerente, el señor Moyano. Desparramado sobre un sillón de cuerina sudaba un gordo gigante que me recibió con un saludo de su asquerosa húmeda mano curiosamente sincronizada con la otra que hurgueteaba como buscando algo en su bolsillo. Me contó de su empresa como tratando de transformar en épicas negociaciones una trivial seguidilla de contactos y amigos influyentes. La empresa parecía próspera y la barriga de este Señor parecía confirmar que de ser contratado, al menos, hambre no pasaría.

De vocabulario básico, con muchos garabatos y un constante "gueón" como muletilla en sus frases pareció sentirse agradado por mis antecedentes desparramados en dos hojas de papel continuo de bordes prepicados. "Empieza el Lunes pos gueón. Te voy a encargar el área de ventas". Me aguanté las ganas de responderle "¡Buena guatón!". Tomé el último sorbo del vaso de agua y me puse de pie con el optimismo y orgullo del torero después de una buena faena. De manera cómplice le guiñé el ojo a la secre y salí a la calle caminando cual Tony Manero, victorioso, bacán.. "Ah ah ah ah ..staying alive, staying alive".

Un par de llamados y la celebración ya estaba armada. Un buen asado y harto líquido para que no se notara pobreza. Domingo en la mañana, shopping en las multitiendas... no importaba el costo, total ya tenía trabajo. Domingo en la tarde relajado, fumando un cigarrito y disfrutando del baile de las nubes en el cielo de Valparaíso. El mundo a mis pies.

Lunes en la mañana. La bajada del bus no fue fácil. El frío de la capital me despertó de golpe. Camino a la empresa y todo parece ir bien. Me aproximo al lugar y me llama la atención un grupo de gente fuera de la casa-empresa. Con cada paso que doy se acrecienta mi curiosidad. Ya en la entrada lo inesperado me abofetea sin previo aviso. La empresa se vino abajo. El palo blanco en una de las grandes compañías contratadoras de servicios fue descubierto. Un puñado de técnicos, ingenieros y una secretaria se preguntan que harán de ahora en adelante. Estoy inmóvil, siento como si algo me pinchara el cuello. Descubro un alfiler olvidado al desenvolver la elegante camisa blanca. Los zapatos nuevos me empiezan a apretar. La primera cuota de Falabella vence a fin de mes. Todo mal.